Se va el pintor allende los mares y se despide a lo grande, con exposición en Oporto, pero hoy no escribo yo, os dejo con la crónica del evento...
No den
la espalda al pintor
Paradismo
e a cidade
El pintor, amante de la creación pero también un
alma destructiva, aficionado al borrón y cuadro nuevo, viajó con sus pinturas
rescatadas del fondo del Tormes, río abajo hasta la desembocadura del Duero, quemó
las naves y se marchó de la ciudad al día siguiente. Pero nos dejó bajo la
lluvia de Oporto, expuestos a la intemperie y a las miradas de desconocidos, sus fantasmas, sus héroes y sus paisajes.
Dicen que si uno se acerca lo suficiente a los
cuadros se puede escuchar a Calamaro. Se puede catar un vino de Toro, leer a
Carmen Martín Gaite, a Cervantes. Se puede, incluso, pasear por las calles de una
Salamanca apocalíptica, como una araña oxidada bajo la lluvia. Dicen que si uno se acerca lo
suficiente y consigue ver bajo las Cúpulas
una puerta enorme con rendijas, la ciudad (no el cielo) empieza a llover. Dicen
que en el cuadro de Dolor, se pueden
ver unas grietas ('y la grietas sangran', dice). Pero hay que acercarse. Así
que acérquense a la jaula del pintor, a sus obras, pero al alejarse, no le den
la espalda, porque pintará sus nucas en tonos azules.
El pintor se crece. Y nos cuenta historias. De
cómo de un brochazo a destiempo creció primero un árbol, dos árboles, un bosque morado. Nos habla de cómo apareció un caballo, un San Jorge y un dragón
haciendo garabatos con un boli ('un boli normal, un boli bic negro', especifica).
El pintor escucha. Parece incluso que disfruta al
oír 'paradismo' con acento portugués. Alguien comenta que aquel cuadro parece
una escultura griega. El pintor mira de reojo. ¡Huyan!
El pintor no lo sabe. Pero una chica se asoma a un
cuadro, encuentra a una figura paradista y sonríe. La chica no lo sabe, pero
mientras ella se aleja el paradista se asoma del cuadro, encuentra a la chica y
también sonríe.
Nosotros no lo veremos, pero el pintor se
levantará a la mañana siguiente y, quizá con las manos en los bolsillos, paseará por el hotel y pensará: 'los cuadros lucen bien'.
El pintor se marcha. Pero
un día brindaremos con un vino (¿de Toro, de Chile, de Oporto?) y el pintor nos contará,
por fin, el cuento de la avispa, la historia del pez angustia y gritaremos '¡Paradismo!'. Hasta
entonces nos quedamos, parafraseando a Nacho Vegas, pensando que 'lo he pasado
(muy) bien y casi conocí en una ocasión a J. Parada.'
Álvaro Martín
Porto das Artes Magazine (Febrero
2014, n. 24)Para acompañar la Imáfora, El hombre que casi conoció a Michi Panero
1 comentario:
jorge y alvaro
gracias por acompañar a jorge en la exposicion y en su despedida
un abrazo
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